El monumento y su historia

El Castel del Monte se encuentra en el territorio del municipio de Andria, a menos de 20 Km. de el, en la provincial de Bari (Puglia), Italia.
Está situado en la cima de una colina de 540 metros de altura, visible desde gran parte de la Tierra de Bari.
Se desconoce si la construcción del Castel del Monte fue terminada antes de la muerte en 1250 de su fundador, el emperador Federico II, pues el único documento conservado es del 1240; un decreto datado 28 de enero de 1240 enviado por el propio Federico II a Ricardo de Montefuscolo donde se ordenaba proveer al abastecimiento de material de construcción para el «castrum» que estaba siendo erigido cerca de la «Sancta Maria de Monte» (abadía e iglesia benedictina, hoy desaparecidas) cerca de Andria.
En el Castel del Monte se admira toda la singularidad de la arquitectura suaba, en la cual se encuentran diversos estilos: el clasicismo del arco que imita un arco de triunfo romano, el gótico cisterciense de la estructura y de los elementos decorativos, y la influencia del románico y de la arquitectura árabe. Todo aparece fundido en un «unicum» irrepetible.
La riqueza de los interiores hace probable que fueran sólo destinados a ser residencia imperial.
A menudo se ha dicho, vista la escasez de elementos defensivos y las peculiares características arquitectónicas, que Castel del Monte haya sido concebido como lugar de distracción, donde el Emperador pudiera practicar la caza con el halcón y dedicarse a la observación de las estrellas con sus huéspedes astrónomos, pero es más probable que haya concebido como un templo para la meditación y para la difusión del saber, un lugar de agregación para sabios o neófitas de varias religiones. Quien proyectó este monumento quiso dejar un mensaje a la posteridad, incluyendo en él todo el saber de la época.
Durante la época angevina fue convertido en una prisión y posteriormente en sede de espléndidos matrimonios de la familia real.
Concedido en feudo fue abandonado durante siglos, convirtiéndose en refugio de bandidos y «cantera» de mármoles preciosos. En el novecientos tuvo lugar su redescubrimiento.
Se encuentra en esplendida armonía con el paisaje circundante: una extensión de bosques hasta perderse la vista que al norte tiene como fondo el mar.
La planta del castillo, la del patio interior y la de las 8 torres angulares es octagonal. El palacio es el ejemplo de un verdadero estudio matemático, donde el número ocho es la base de todo, como un juego de simetrías. A la mitad de la pared externa corre una cornisa que indica la separación entre los dos pisos internos.
Las 16 salas de planta trapezoidal están cubiertas por bóvedas góticas a crucero, de influencia francesa, y dan al espléndido patio interior. Las torres están ocupadas por locales de servicio, por ejemplo la torre del halconero servia como jaula para los rapaces; las torres contienen las escaleras y los servicios higiénicos, a cuyas cisternas se dirige el agua de las lluvias.
El paramento exterior es en piedra de Trani con excepción del arco y de los elementos decorativos exteriores que son en brecha coralina rosada. La misma piedra recubría las habitaciones del primer piso, enriquecidas con mosaicos que lamentablemente fueron robados.
Su originalidad, el misterio que envuelve sus orígenes y su destinación, tienen algo de «mágico» que induce a profundizar el conocimiento más allá de los esquemas tradicionales. Nos agrada pensar en esto como en una de las cumbres del quehacer humano, como una síntesis visible de un poder imperial que quería perdurar eternamente y deseaba recrear los hechos memorables del Imperio Romano construyendo una arquitectura de luz y de piedra.